Traducción: Gemma Rovira Ortega
Editorial: Salamandra
Páginas: 347
Shanghai, considerada el París del continente asiático en los años 30, se ve transformada en un contexto de guerra, muerte y sufrimiento. Dos chicas bonitas, modelos inocentes de la clase adinerada, se ven de la noche a la mañana envueltas en una ciudad muy diferente a lo que ellas conocían. Su plan a partir de entonces: sobrevivir.
Esta novela me la regalaron hace un año, y dado mi ritmo lector últimamente...aquí estoy, doce meses después, escribiendo su reseña. Intentaremos empezar el 2013 con más lecturas (propósito bloguero literario por excelencia) =)
The New York Times la describía "repleta de meticuloso y complejo detalle". Y no se me ocurre otra forma mejor de describirla. Se nota en cada página que está sobradamente documentada, de hecho, la minuciosidad histórica es lo que más resalta de este libro, más que la narrativa en si misma. A mí, que me encanta la cultura oriental, me ha parecido muy interesante adentrarme en las primeras décadas del siglo XX chino, porque no había leído nada de este periodo. A través de sus dos protagonistas, he conocido una faceta distinta de su cultura: un pensamiento occidentalizado, primero por curiosidad y luego por obligación, pero no por ello dejando de lado la tradición y las creencias chinas. Un mezcla compleja pero comprensible. En realidad, creo que hoy en día sigue siendo el mismo sentimiento el que mueve a la juventud asiática.
Lamento, eso sí, que para ofrecer tanta información histórica se haya perdido la oportunidad de crear una novela más narrativa, más personal. Hay momentos en los que incluso los hechos ficticios creados por la autora dan la sensación de ser solo meros conductores de la Historia, y no al revés.
"Nuestros tacones resuenan sobre el parquet del recibidor. En el salón, situado a la izquierda, hay una luz encendida. Baba [padre] está despierto, esperándonos.
- Sentaos y no digáis nada - ordena, señalando el sofá que tiene justo enfrente.
Obedezco; luego entrelazo las manos sobre el regazo y cruzo los tobillos. Si lo hemos ofendido, es mejor adoptar una actitud recatada. "
Más bien un artículo histórico que una novela. No la recomiendo al público general, pero si a los amantes de la cultura oriental.
The New York Times la describía "repleta de meticuloso y complejo detalle". Y no se me ocurre otra forma mejor de describirla. Se nota en cada página que está sobradamente documentada, de hecho, la minuciosidad histórica es lo que más resalta de este libro, más que la narrativa en si misma. A mí, que me encanta la cultura oriental, me ha parecido muy interesante adentrarme en las primeras décadas del siglo XX chino, porque no había leído nada de este periodo. A través de sus dos protagonistas, he conocido una faceta distinta de su cultura: un pensamiento occidentalizado, primero por curiosidad y luego por obligación, pero no por ello dejando de lado la tradición y las creencias chinas. Un mezcla compleja pero comprensible. En realidad, creo que hoy en día sigue siendo el mismo sentimiento el que mueve a la juventud asiática.
Lamento, eso sí, que para ofrecer tanta información histórica se haya perdido la oportunidad de crear una novela más narrativa, más personal. Hay momentos en los que incluso los hechos ficticios creados por la autora dan la sensación de ser solo meros conductores de la Historia, y no al revés.
"Nuestros tacones resuenan sobre el parquet del recibidor. En el salón, situado a la izquierda, hay una luz encendida. Baba [padre] está despierto, esperándonos.
- Sentaos y no digáis nada - ordena, señalando el sofá que tiene justo enfrente.
Obedezco; luego entrelazo las manos sobre el regazo y cruzo los tobillos. Si lo hemos ofendido, es mejor adoptar una actitud recatada. "
Más bien un artículo histórico que una novela. No la recomiendo al público general, pero si a los amantes de la cultura oriental.